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La disforia es un estado de incomodidad o malestar profundo que puede surgir cuando una persona no se siente en sintonía consigo misma, con su cuerpo o con la manera en que es percibida por los demás. Este conflicto interno puede generar ansiedad, tristeza y una sensación constante de no encajar, afectando tanto la salud emocional como la calidad de vida. No siempre es visible desde fuera, pero en el interior puede convertirse en una lucha diaria.

Hablar de disforia es importante porque permite dar voz a quienes la viven y romper con el silencio que la rodea. Buscar apoyo profesional y rodearse de personas empáticas puede marcar la diferencia, recordando que no se trata de un defecto, sino de una experiencia humana que merece ser comprendida y respetada. Reconocer los propios sentimientos y validarlos es el primer paso para iniciar un camino de autoconocimiento y aceptación.

La depresión no siempre se muestra con lágrimas o tristeza evidente; muchas veces se esconde detrás de sonrisas forzadas y rutinas automáticas. Es un peso invisible que desgasta la energía, la motivación y la esperanza, haciendo que hasta las tareas más simples se sientan imposibles. Reconocerla y hablar de ella es fundamental, porque ponerle nombre al dolor es el primer paso para buscar ayuda y recordar que no se trata de debilidad, sino de una enfermedad que merece comprensión y apoyo.